domingo, 23 de junio de 2013

Estudio del BID cita a HidroAysén como proyecto que genera conflictos sociales y ambientales


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Y lo contrasta con ERNC que son mucho más abundantes, asequibles y flexibles de instalar. Informe difundido ayer y presentado el martes en Bogotá afirma que la gran alternativa que tiene América Latina y el Caribe es el uso de energías renovables no convencionales, documento en el cual hace reparos a la generación mediante grandes proyectos hidroeléctricos. El Divisadero de Aysén, 20 de junio 2013.

Un informe difundido ayer por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) releva la importancia de las energías renovables no convencionales (ERNC) para el futuro de América Latina y el Caribe y determina que gracias a éstas se tendrá una disponibilidad 22 veces superior a la demanda esperada en el área al 2050, representando una potencia de 80 petavatios/hora (igual a un 1 billón de kilovatios/hora).
Actualmente la región genera 1,3 PW/h de electricidad, en circunstancias que para el horizonte señalado la demanda regional se espera llegue sólo a entre 2,5 a 3,5 PW/h. El documento, elaborado por el jefe de Energía Sostenible y Cambio Climático Walter Vergara, el especialista senior en cambio climático Claudio Alatorre y el jefe de la división de Energía del Departamento de Infraestructura y Medio Ambiente Leandro Alves, derriba una serie de mitos asociados a este tipo de tecnologías, señalando que sus costos en la región ya son competitivos con los de las energías convencionales.
Además, el estudio pone a HidroAysén como ejemplo de un proyecto hidroeléctrico a gran escala con fuertes conflictos sociales y ambientales, que se pueden evitar con tecnologías renovables no hídricas. “La producción renovable no hidroeléctrica puede reducir las preocupaciones asociadas al emplazamiento de centrales de energía…han existido fuertes críticas relacionadas con los impactos de las grandes centrales hidroeléctricas en la región de América Latina y el Caribe, teniendo como ejemplo la resistencia a los proyectos en Brasil (Belo Monte) y Chile (HidroAysén)” explican los autores.
Y agregan que “cierto tipo de ERNC pueden instalarse más asequible y flexiblemente en comparación con la generación convencional y por tanto reducir muchas de estas preocupaciones sociales y ambientales”.
Con el título “Repensando nuestro futuro energético”, la investigación fue presentada el día martes en Bogotá en el Foro Global de Crecimiento Verde de América Latina y el Caribe (3GF LAC, por su sigla en inglés) “ante líderes de gobiernos, empresarios, dirigentes de la sociedad civil y de organizaciones internacionales invitados por el presidente de Colombia, Juan Manuel Santos; la primera ministra de Dinamarca, Helle Thorning-Schmidt, y el presidente del BID Luis Alberto Moreno” reseña el BID en su página web.
Uno de los principales planteamientos del estudio es que al 2050 América Latina y el Caribe podrían cubrir 22 veces su demanda eléctrica con ERNC (los 2,5 a 3,5 PW/h de demanda proyectada representarían sólo un 4,3% del potencial de 80 PW/h disponible) y señala que aunque en particular la energía hidroeléctrica “ha traído beneficios globales y locales, por otra parte ha expuesto a la región a los cambios en la estabilidad de los ciclos hidrológicos proyectados ante escenarios actuales de cambio climático. En este contexto, y en el objetivo de mantener un suministro energético diversificado mientras limita sus emisiones de CO2, la región debiera acceder a otros recursos energéticos renovables”.
Por último, el reporte asegura que “el costo de las ERNC está bajando y en algunos casos ya es competitivo con relación a las alternativas fósiles”. Además, aclara muchos otros beneficios: contribuyen a la descarbonización de las economías locales, aportan a la seguridad energética de largo plazo, ayudan a reducir la vulnerabilidad de los sistemas energéticos basados en la hidroelectricidad producto de la inestabilidad de los ciclos hidrológicos, sus bajos costos de operación pueden ser destinados a otras prioridades de desarrollo, tienen un impacto positivo en la generación de empleo, reducen los impactos en la salud y el medioambiente asociados a las tecnologías de combustibles fósiles, evitan los problemas de la instalación de centrales eléctricas y representan una significativa oportunidad para atraer nuevas inversiones.


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