Lo que para Japón es caza científica, para Australia es una cortina de humo
que oculta el negocio de la venta de carne de los mamíferos marinos. Ambos se
enfrentan hasta el 16 de julio en un juicio internacional. La Tercera,
Tendencias, 08 de julio de 2013.
Cada verano, las frías aguas cercanas a la Antártica son escenario de los
enfrentamientos entre buques japoneses y los de la organización Sea Shepherd.
Los primeros, capturan ballenas para estudiar su población y volver a una caza
comercial sustentable en el futuro. Los segundos, creen que Japón miente y
tratan de impedir la muerte de ballenas minke, jorobadas y de aleta.
Dicha batalla ahora salió del mar y se trasladó al Tribunal Internacional
de La Haya, pero son Australia y Nueva Zelandia los que se enfrentan a Japón
para que termine con la caza, que los demandantes consideran ilegal. “Japón
trata de encubrir su caza comercial de ballenas en la bata de laboratorio de la
ciencia”, dijo el agente australiano Bill Campbell, ante el tribunal, a fines
de junio, cuando comenzaba la primera parte de los alegatos del juicio.
Su acusación se basa en que Japón actúa de mala fe, cubriendo la caza
comercial con la etiqueta de investigación científica y al filo del territorio
considerado Santuario Ballenero Austral. Australia insiste en que hoy existen
métodos que hacen innecesaria la muerte del animal para investigar su población
(ver recuadro) y que matar ballenas para la investigación “sólo tiene sentido
si hay una pregunta significativa que responder”. No es el caso, afirman. Y
determinar su edad -el único caso donde es necesario hacerlo- es, a juicio de
los expertos, irrelevante. E incluso si fuera necesario, no hay motivos para
que sea a la escala en que Japón lo hace.
Desde 1986, en que comenzó a regir la moratoria de la Comisión Ballenera
Internacional (CBI) que determinó el fin de la caza comercial, Japón ha
capturado unas 14 mil ballenas, usando un permiso especial para investigación
científica, que los obliga a aprovechar el máximo de cada animal. Por lo mismo,
aunque parte de las ballenas cazadas son usadas con ese fin, casi su totalidad
termina en supermercados y restaurantes.
La moratoria surgió por la caza indiscriminada entre 1910 y 1979, que se
cifró en 2.400.000 ejemplares y mermó su población.
Japón, país con tradición ballenera, defiende su derecho a investigar con
métodos letales para, en el futuro, lograr que se apruebe la caza sostenible.
“Es cierto que Japón lleva y mata a las ballenas”, dijo ante el tribunal el
viceministro de Relaciones Exteriores japonés, Koji Tsuruoka. “¿Deberíamos
estar avergonzados de ello? Aunque algunas personas creen que deberíamos, eso
no quiere decir que estamos violando el derecho internacional”.
Los japoneses sostienen que la demanda australiana se basa en motivos
emocionales y que tratan de imponer su cultura. Aseguran que su acción no daña
a las poblaciones y que ballenas como la minke no están en peligro.
Noriyuki Shikata, diplomático vocero de la delegación japonesa, dijo a La
Tercera que están confiados en ganar el juicio, basado en que no violan la ley
internacional y en que su programa está diseñado para hacer ciencia que llevará
a demostrar que es posible realizar la caza sostenible. “La recolección de
datos es indispensable para comprender la condición de las ballenas minke en la
Antártica, el programa actúa de acuerdo a la CBI y entrega información
científica útil a ella”.
Hoy los jueces escucharán los argumentos de Nueva Zelandia, para continuar
con una segunda ronda de alegatos que terminarán el 16 de julio. Sólo a fin de
año habrá un veredicto. Todos los países dijeron que acatarán la decisión,
aunque Australia anunció que insistirá en que Japón cambie la matanza por
seguimiento satelital de las ballenas.
Recuadro :
Métodos de investigación cetácea
Rodrigo Hucke, biólogo marino y creador del centro de investigación Ballena
Azul, explica que hoy existen métodos que hacen innecesaria la muerte de un
ejemplar para entender sobre su genética, reproducción o alimentación.
Biopsias, fotografías y transmisores digitales aportan información valiosa para
saber sobre su estado. “Para lo único que habría que matarla, si es que se
justifica, es para conocer la edad. Pero hacerlo hoy es desvirtuar la ciencia
cuando hay buenos métodos alternativos”, dijo. “Redujimos tanto las poblaciones
de ballenas que la pregunta válida es cómo los recuperamos”, dice.
No hay comentarios:
Publicar un comentario